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Cerró los ojos y se tapó los oídos con las manos, para sentir el ruido de la ducha caliente caer sobre su cabeza y el calor que produce, recorre por todo su cuerpo, expulsando aquel frío que se había adherido a sus huesos y liberando su mente por completo. No tuvo noción del tiempo, trató de adivinar vagamente cuanto tiempo había pasado pero no le importaba, solo quería seguir disfrutando de la cálida sensación que recorría su cuerpo.

El día fue largo y frío, uno de esos días en los cuales lo hacían sentir mas solo de lo que se encontraba, una llovizna constante y el viento helado que traspasaba hasta el alma, le recordaba la falta de un cálido abrazo, una risa compartida, pero no de cualquier compañía, sino de esa persona, la que aún permanecía en sus recuerdos, esos recuerdos que no quería abandonar, se decía a si mismo que, eran su fuerza interna para sobrevivir el invierno.

Eso no importaba ahora, los miedos, las responsabilidades, las preguntas sin respuestas, su mente se había vaciado temporalmente de todo eso y más. El vapor del baño y el agua caliente era lo mas preciado del día, estaba agradecido por poder tomar una simple ducha caliente.

Frenar el reloj para sentir la ducha caliente en un día de invierno, tan frío como uno se pueda imaginar, es un placer que pocos disfrutan.

Anoche me despojé una a una de todas mis preocupaciones, elevé la mirada al cielo y allí estaba ella, más bella que nunca, esperando una señal mía. Abrí mi alma de par en par, saqué dos sillas de esparto y con ellas rodeé mi corazón, grité en silencio su nombre invitándola a sentarse en mi interior, al instante se me acercó y comenzamos a dialogar. La Luna acarició con ternura mi rostro, la piel se me erizó, y sin pudor me preguntó : ¿ qué piensas amigo mío ?, se unieron a la reunión mis sentimientos más puros y el más sabio de ellos respondió en mi lugar, ¡Luna!, ¿ qué es lo verdaderamente importante en esta vida ?.
Ella permaneció callada unos segundos, se sirvió un vaso de mis recuerdos, y pronuncio las webs más vistas.


Yo tengo miles de años, salgo todas las noches y cada vez que lo hago tengo la ilusión de encontrarme con él, de declararle mi amor, de fundir mi cuerpo helado con el suyo y que me abrace con sus rayos para no separarme nunca de él, poder decirle al oído todo lo que siento, declarar a los cuatro vientos mi eterno amor al Sol. Pero llega el amanecer y vuelvo a mi casa sin haber cumplido mi sueño, así año a año, siglo a siglo. Entonces me acurruco en mi gélida cama y duermo imaginando que esa noche sucederá y en mi sueño todo se hace realidad. Lo verdaderamente importante en la vida, es que cada vez que el corazón lata en tu pecho, notes una ilusión, cuando duermas, cuando rías, cuando llores, hagas lo que hagas que siempre esté presente tu ilusión. Sin más se levantó, besó mi mejilla y volvió a reinar en el cielo, mirando de reojo sí aparecía el Sol. Me levanté con premura y corrí hasta tu vera, te agarré de la mano, sin dar una explicación te llevé hasta mi alma, aún abierta, retiré ambas sillas, tomé asiento en mi corazón, te posé en mis rodillas, nos fundimos en un beso eterno y cerré mi alma de pornografía.

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En una de las paredes del espacioso salón se podía admirar un bargueño de finales del siglo XVII. Un reloj colgaba de la pared justo encima del bargueño. Cuando era niño visité esa casa muchas veces, y el péndulo del reloj cautivaba mis sentidos, hacía que me concentrara en el movimiento suave y regular de aquel péndulo. El anfitrión, siempre enfundado en una lujosa bata de satén, fumaba todos los días en una cachimba durante media hora, al tiempo que se dedicaba a la lectura de algún clásico. Era un señor alto, delgado y con unas facciones agradables. Siempre que visitaba la pagina web de fotos xxx a su hijo me dedicaba una calurosa sonrisa.
Han transcurrido muchos años. Mi amigo de la infancia ha muerto hace unas semanas. Me sorprendió la llamada del notario para informarme de la existencia de una carta que mi amigo me había dejado.
Hoy, delante de ese reloj, acuden a mi mente los recuerdos de una casa en la que la armonía familiar propiciaba un ambiente cómodo y agradable. Lo que de ninguna manera me podía imaginar es que detrás de ese reloj que tantas veces contemplé, permanecía emparedado el padre de mi amigo. Ese era precisamente el contenido de la carta que me entregó el notario. En ella confesaba que después de tantos años de extraordinario sufrimiento al que lo sometía su padre, decidió asesinarlo.

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